Algo inusual está ocurriendo en Oriente Medio: antiguos enemigos de Israel están estableciendo relaciones diplomáticas, comerciales e incluso culturales con el Estado judío. Países que durante décadas se negaron a reconocer su existencia ahora buscan colaborar en múltiples ámbitos. Este fenómeno tiene como base los Acuerdos de Abraham, un hito histórico que está reconfigurando el panorama geopolítico de la región. Pero ¿qué motiva este cambio radical? ¿Y por qué sucede justo ahora, en un contexto de intensos conflictos?
Desde la creación de Israel en 1948, la mayoría de los países árabes adoptaron una postura hostil hacia su existencia. Las relaciones diplomáticas eran inexistentes, y las interacciones estaban marcadas por guerras y tensiones constantes. Durante décadas, la política de los "tres no" prevaleció: no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel y no a las negociaciones con Israel. Solo Egipto (en 1979) y Jordania (en 1994) rompieron este esquema al firmar acuerdos de paz con el Estado judío.
Los Acuerdos de Abraham: un cambio radical
En 2020, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein sorprendieron al mundo al establecer relaciones diplomáticas plenas con Israel, marcando el inicio de los Acuerdos de Abraham. Posteriormente, países como Marruecos y Sudán se unieron a esta iniciativa. Estos acuerdos no solo implicaron un reconocimiento formal, sino también la apertura a vuelos directos, intercambios comerciales y cooperación tecnológica.
Irán: El enemigo común que acerca a los países árabes a Israel
En el volátil panorama de Oriente Medio, las alianzas y enemistades suelen redefinirse en función de intereses pragmáticos. Una de las razones más significativas por las cuales varios países árabes han decidido estrechar lazos con Israel es la creciente amenaza que representa Irán. Más allá de las diferencias religiosas y culturales, el temor compartido hacia el régimen iraní ha impulsado un acercamiento inédito entre antiguos enemigos. Este artículo explora cómo Irán utiliza a sus proxys para desestabilizar la región, su manipulación de la causa palestina y las motivaciones de los países árabes para buscar en Israel un aliado clave contra un enemigo común.
Irán y su red de proxys
Irán ha desarrollado una extensa red de grupos armados que actúan como proxys para expandir su influencia y desestabilizar a los regímenes rivales en la región. Estos grupos no solo representan una amenaza militar directa, sino que también son herramientas políticas y propagandísticas que sirven a los intereses del régimen de Teherán.
Hezbollah en el Líbano
Uno de los ejemplos más notorios de un proxy iraní es Hezbollah, una organización chiita que opera principalmente en el Líbano. Fundada y financiada por Irán, Hezbollah actúa como una extensión de la política exterior iraní, promoviendo su agenda en el Líbano y más allá. Además de ser una fuerza militar poderosa, Hezbollah ejerce una influencia política significativa, desestabilizando al gobierno libanés y dificultando los esfuerzos de otros actores para estabilizar la región.
Los hutíes en Yemen
En Yemen, Irán respalda al movimiento hutí, proporcionando armamento, entrenamiento y financiamiento. Este grupo ha sido clave en la guerra civil que ha devastado al país, convirtiéndolo en un campo de batalla entre Irán y Arabia Saudita. Los hutíes también han lanzado ataques con drones y misiles contra Arabia Saudita, amenazando directamente la seguridad de uno de los principales aliados de Estados Unidos e Israel en la región.
Hamas y la Yihad Islámica en Gaza
En Gaza, Irán financia y arma a Hamas y a la Yihad Islámica Palestina, utilizando la causa palestina como una bandera propagandística para ganar apoyo en el mundo musulmán. Sin embargo, este respaldo no responde a una preocupación genuina por los palestinos, sino a una estrategia calculada para mantener a Israel y sus aliados en una situación constante de conflicto.
Manipulación de la causa palestina
Irán ha convertido la causa palestina en una herramienta política y propagandística para justificar su intervención en la región. Sin embargo, sus acciones demuestran que el régimen iraní no está interesado en el bienestar de los palestinos, sino en utilizar su situación para obtener beneficios estratégicos.
Desestabilización en Gaza:
Irán apoya financieramente a grupos como Hamas que, en lugar de mejorar las condiciones de vida en Gaza, invierten los recursos en armamento y túneles para atacar a Israel. Esto perpetúa la pobreza y el sufrimiento en la región, mientras Irán utiliza las imágenes de las víctimas palestinas para ganar simpatía internacional.
Uso propagandístico:
Teherán se presenta como el principal defensor de la causa palestina, contrastando con los países árabes que han normalizado relaciones con Israel. Sin embargo, esta retórica no se traduce en soluciones reales para los palestinos, sino en una instrumentalización de su sufrimiento para legitimar las acciones de Irán en la región.
División del mundo árabe:
Al respaldar a grupos extremistas y fomentar el conflicto, Irán exacerba las divisiones internas en el mundo árabe, dificultando una postura unificada que podría beneficiar a los palestinos.
La respuesta de los países árabes
Para muchos países árabes, Irán representa una amenaza existencial. Su programa nuclear, combinado con su apoyo a proxys armados, ha llevado a naciones como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein a reconsiderar sus relaciones con Israel. La colaboración con Israel ofrece varias ventajas:
Cooperación en seguridad:
Israel es el país más avanzado de la región en tecnología militar y de inteligencia. Trabajar juntos permite a los países árabes contrarrestar la amenaza iraní de manera más efectiva.
Aislamiento de Irán:
Una alianza árabe-israelí refuerza el aislamiento diplomático y económico de Irán, debilitando su capacidad para financiar a sus proxys.
Estabilidad económica:
La colaboración económica con Israel abre nuevas oportunidades para los países árabes, desde tecnología hasta agricultura, diversificando sus economías y reduciendo su dependencia del petróleo.
Factores determinantes
El acercamiento no se debe a un cambio repentino de afinidad hacia Israel, sino a intereses pragmáticos. Dos factores clave explican este giro:
Seguridad:
La principal amenaza común para muchos países árabes es Irán. Este país, que financia grupos armados como Hezbollah, Hamas y los hutíes, aspira a expandir su influencia regional y desarrollar un programa nuclear. Para contrarrestar esta amenaza, los países árabes ven a Israel como un aliado estratégico por su poder militar y tecnológico.
Economía:
Israel es líder en tecnología, innovación y agricultura. Colaborar con Israel representa enormes beneficios económicos para los países del Golfo y otras naciones árabes.
El papel de Arabia Saudita
Uno de los actores más influyentes en la región es Arabia Saudita, el líder del mundo árabe sunita. Aunque históricamente financió grupos antiisraelíes, su postura ha evolucionado bajo el liderazgo de Mohammed Bin Salman (MBS). Este líder joven busca modernizar su país y entiende que la colaboración con Israel puede fortalecer su posición regional frente a Irán. Sin embargo, Arabia Saudita enfrenta un dilema: aunque quiere unirse a los Acuerdos de Abraham, también debe responder a las demandas de sus ciudadanos, que apoyan mayoritariamente la causa palestina.
La causa palestina y los obstáculos
El conflicto palestino-israelí sigue siendo un punto central. Aunque los gobiernos árabes reconocen los beneficios de acercarse a Israel, sus poblaciones mantienen una postura pro-palestina. Esto genera tensiones entre los intereses estatales y las demandas populares. Además, Israel enfrenta críticas por su postura hacia los palestinos, especialmente tras eventos como el conflicto en Gaza.
Implicaciones futuras
La posibilidad de un acuerdo histórico entre Israel y Arabia Saudita podría desencadenar un efecto dominó en la región, incentivando a otros países a normalizar relaciones con Israel. Sin embargo, el camino no está exento de retos:
La resolución del conflicto palestino.
La influencia de Irán en la región.
La opinión pública árabe y global sobre las acciones de Israel.
En conclusión, el panorama de Oriente Medio está cambiando drásticamente. Los Acuerdos de Abraham han demostrado que, en geopolítica, los intereses pragmáticos pueden superar hostilidades históricas. Israel ha pasado de ser considerado un intruso a convertirse en un aliado clave para muchos de sus vecinos. Sin embargo, el futuro de la región dependerá de cómo se gestionen las tensiones actuales y de si este nuevo orden puede traer una paz duradera o si solo representa una alianza temporal de conveniencia. Como dijo Ben Gurion: "En Israel, para ser realista, hay que creer en milagros". Tal vez este sea uno de esos momentos.
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